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La evolución de la familia y la tradición
han dado paso a un rechazo del sentido educativo de las relaciones
entre padres e hijos, sustituyéndolos por nuevos modelos y culturas.
Se cuestiona la autoridad, dando paso a un modelo educativo, que
pretende ser democrático, amistoso y más permisivo. Se basa en la
idea de que los padres para hacerse escuchar y obedecer, no utilizan
su posición y autoridad, sino que piden explicaciones.
Algo ha cambiado. Los
padres tienen miedo de ser padres. Tanto miedo
que prefieren ser amigos de sus hijos renunciando al papel que por
derecho les corresponde y negando, a su vez, a sus propios hijos, su
derecho a tener unos padres. |
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Los niños necesitan
normas, límites, todo ello, al contrario de lo que se considera,
les da seguridad, confianza en sí mismos y en las personas
que les cuidan. Carecer de ellos les hace poseedores de un
abanico tan amplio de posibilidades que son incapaces de tomar
decisiones adecuadas y, mucho menos, responsabilizarse de ellas.
Consideran que pueden hacer lo que quieren y que no hay padres ni nadie que se lo impida. |
Incapaces de asumir responsabilidades, consideran que aquellos que
no les marcan límites les dieron el derecho de actuar así. Los
padres,
son padres, no pueden ser amigos de sus hijos, porque hay hechos
que lo impiden: la edad, necesidades,... puede darse una relación
de confianza, comunicación, intimidad, complejidad,... lo cual no
hay que confundirlo con amistad, porque cuando un hijo necesita a
un padre debe encontrarlo, si no lo buscará en otra parte.... probablemente
donde menos deseamos que lo encuentre.
Los padres tienen que estar ahí, a la espera. Aunque no les guste,
ese es su papel y, antes o después, sus hijos les buscarán, se lo exigirán
y, si no están ahí dispuestos, se lo reprocharán. |
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