Así puedes asesinar una rana

Artículos temáticos en español
Esta historia que hoy te cuento se basa en la metáfora de la rana hervida del suizo Olivier Clerc.
Aunque científicamente no es del todo correcta, creo que explica muy bien las reacciones humanas y cómo es posible que toda una sociedad no reaccione ante hechos alarmantes como la esclavitud social, política y tecnológica que estamos sufriendo.
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23/7/2019 ― No sé si alguna vez has querido matar una rana, pero existen muchos métodos, desde la clásica pedrada en la chola hasta rajarle el cuello con un cuchillo, pero si lo que pretendes es matarla sin destrozarla puedes meterla en una cacerola con agua hirviendo. Pero aquí te encontrarás con un problema, el salto que dará la rana será tan grande que quizá ya no la encuentres.
Técnica psicológica para matar una rana sin que se rebele ni ofrezca oposición
Si se trata de asfixiar una rana sin que se rebele la solución es muy sencilla, coges a la rana y la pones en la cacerola con agua fría, rápidamente comprobarás que la rana empieza a nadar y en breve se encontrará a gusto, entonces enciendes el fuego al mínimo para que la temperatura vaya subiendo tan lentamente que la rana no se entere. Su metabolismo se irá adaptando sin recordar el agua fresquita que encontró cuando llegó a la cacerola. Poco a poco su metabolismo irá ralentizándose sin percatarse del peligro hasta que finalmente cuando se dé cuenta de su problema ya no tendrá fuerzas para escapar y morirá irremediablemente como una estúpida.
Quizás a estas alturas no te hayas dado cuenta que estoy hablando de ti, tú eres la puta rana. Los políticos te metieron en una cacerola hace muchos años y te van asfixiando poquito a poco sin que te enteres ni rebeles. Y aquí estás, nadando placenteramente entretenido con telebasuras, con guasaps, con debates elegetebes, con la tumba de Franco y si hace falta con su puta madre, todo vale para que no saltes de la olla.
Si todos los españoles que tienen ahora 50 años los hubieran dormido hace 30 años y se despertaran hoy en día con las prohibiciones que tenemos, las leyes, las imbecilidades sociales y el atraco a mano armada que hacen los políticos con los impuestos, te aseguro que todos pegarían un salto que saldrían de la cacerola para liar un nuevo 2 de mayo. Esa generación no podría soportar la situación actual. Menos mal que las ranas no tienen memoria y no se acuerdan de qué era la libertad. Entonces los españoles teníamos menos dinero, pero éramos más ricos. Y sobre todo más libres.
Por cierto, no te extrañes si no me ves, yo salté de la cacerola hace mucho tiempo.
Así lo pienso y así lo digo desde fuera de la olla. ― Juan Vicente Santacreu
La cruda realidad sobre cómo matar a una rana sin que se entere ni ofrezca oposición
El texto del artículo cómo matar una rana sin que se entere es una metáfora cruda y provocativa que utiliza la imagen de una rana en una cacerola para transmitir un mensaje profundo y urgente sobre la sociedad actual y la pérdida gradual de las libertades.
La parábola describe cómo matar a una rana de forma que no se resista: colocándola en agua fría y calentándola lentamente hasta que muere sin darse cuenta del peligro. Esta analogía no es solo un relato curioso, sino una representación poderosa de cómo los cambios graduales pueden ser letales si no se perciben a tiempo. La rana, al adaptarse poco a poco al aumento de temperatura, pierde la capacidad de reaccionar hasta que es demasiado tarde. Este es el núcleo del mensaje: los ciudadanos, como la rana, están siendo sometidos a un proceso lento pero constante de control y restricción, sin percatarse del peligro hasta que ya no hay escapatoria.
El texto da un giro directo y personal al señalar: «tú eres la puta rana». Con esta afirmación, el autor interpela al lector y lo sitúa en el centro de la metáfora. Según él, los políticos han colocado a la sociedad en una «cacerola» hace años, y el agua se está calentando lentamente mediante leyes opresivas, prohibiciones, impuestos excesivos y una cultura de distracción. Menciona ejemplos concretos como «telebasuras, WhatsApp, debates LGTB, la tumba de Franco», sugiriendo que estos temas, independientemente de su relevancia, son utilizados como cortinas de humo para mantener a la población entretenida y pasiva mientras sus derechos se erosionan.
Esta crítica apunta a la complacencia y la apatía de la sociedad moderna. El artículo argumenta que estamos «nadando placenteramente» en una situación que se deteriora, distraídos por cuestiones superficiales, mientras los problemas de fondo —la pérdida de libertad y el aumento del control estatal— pasan desapercibidos.
La parábola de cómo matar a una rana sin que se rebele es una crítica a la sociedad actual
Uno de los pasajes más impactantes del texto es la comparación entre el presente y el pasado. El artículo imagina qué pasaría si las personas de 50 años hubieran sido «dormidas» hace 30 años y despertaran hoy: no tolerarían las condiciones actuales. Esta idea subraya la erosión gradual de las libertades y sugiere que lo que hoy aceptamos como normal habría sido inaceptable para generaciones anteriores. Habla de un tiempo en que «teníamos menos dinero, pero éramos más ricos», refiriéndose no a la riqueza material, sino a la autonomía y la libertad individual.
La frase «las ranas no tienen memoria» es una acusación directa: hemos olvidado lo que significa ser verdaderamente libres. Esta pérdida de memoria histórica, según el relato, nos hace vulnerables a aceptar restricciones que nuestros antepasados habrían rechazado con vehemencia, incluso con una revolución como el 2 de mayo.
El artículo no se limita a diagnosticar un problema; también lanza un desafío. Al afirmar «yo salté de la cacerola hace mucho tiempo», el autor se presenta como alguien que ha tomado conciencia y ha actuado para escapar de este proceso de control. Implícitamente, invita al lector a hacer lo mismo: a despertar, a cuestionar la situación actual y a resistir antes de que sea demasiado tarde.
Esta historia de cómo matar una rana sin que se rebele es una advertencia y, al mismo tiempo, un grito de esperanza. Sugiere que aún hay tiempo para «saltar de la cacerola», pero requiere vigilancia, reflexión y acción decidida. Es una exhortación a no ser como la rana que muere por su propia inconsciencia, sino a recuperar el control sobre nuestro destino.
El mensaje de esta fábula es tan importante porque nos confronta con una verdad incómoda: la libertad no se pierde de un día para otro, sino a través de un proceso lento y silencioso que puede pasar desapercibido si no estamos atentos. La metáfora de la rana nos obliga a mirarnos al espejo y preguntarnos si estamos siendo cómplices de nuestra propia opresión al permanecer pasivos frente a los cambios políticos y sociales.
En un mundo donde la distracción y la complacencia son moneda corriente, este relato es una llamada urgente a la conciencia, a la memoria y a la acción. Nos recuerda que la libertad es un bien precioso que requiere defensa activa, y que ignorar los pequeños cambios de hoy puede llevarnos a un mañana del que no podamos escapar. Es, en esencia, un manifiesto contra la apatía y un recordatorio de nuestra responsabilidad como ciudadanos.
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